Cuando niña me encantaban los
atardeceres que se podían ver en casa de mi tía María en Veracruz…, claro eso
fue cuando yo era niña, cuando mi abuela aun vivía y tía María aun contaba con
sus cabellos dorados, no con los plateados con los que después murió.
Algunas tardes de verano cuando
estaba por irse el sol, cuando el infernal calor cedía un poco ante la
insistente brisa, estas frondosas
mujeres hacían pan, el mas delicioso pan que he probado, suave, esponjoso, de
un sabor exquisito, mientras nosotros
los niños jugábamos arriba de los arboles, sobre todo trepábamos a un cedro tan
grande como una casa de ramas fuertes
ahí era donde subíamos jugar, ahí todo era posible… un fuerte de guerra,
un castillo, una casa de cuento, todo se podía soñar ahí…
En esa entonces todos jugábamos y
poca atención poníamos a la puesta del sol, pero, ahora a la distancia puedo
ver que era un espectáculo único arriba de ese árbol, yo podía ver el arrollo
que pasaba en los limites de los potreros, el correr de su agua verde jade, era
apacible, casi místico diría yo, el sol
reflejaba sus rayos mas bellos, total ya se iba a dormir había que acariciar al
arroyo con sus mejores rayos, las milpas se teñían de dorado junto con la casa
de mi tía y el jardín, aquel precioso jardín con flores únicas… y el gran horno
de piedra donde ese delicioso pan se forjaba a golpe de fuego, esa conchas,
trenzas, pan español, ah¡ su aroma era único
y que de decir del sabor , y todo esa escena se teñía de dorado, todo parecía estar hecho de oro, hasta mi
vestido por unos instantes se bañaba de oro, yo misma me convertía en una
criatura de oro, aun la palma de los techos y todo esto sucedía antes de que el
astro rey se perdiera en el horizonte, algunas estrellas las mas grande se
asomaban tímidamente en el cielo.
Se escuchaban las risas pircara
de las mujeres mientras esperaban a que horno hiciera su magia, contaban
chistes y chismes, a veces fumaban y otras veces bordaban, y a esa hora del
ocaso algo peculiar sucedía… algunas flores
comenzaban a abrir, mientras otras se cerraban cual doncella en un
balcón, y otras plantas mas despedían un perfume dulce, embriagador… yo
entonces de 8 años no sabia que era enamorarse,
pero siempre imagine que cuando besara al príncipe de mis sueños, esos que yo veía
en cuentos de hadas, esas flores desprenderían el mismo aroma como consecuencia
del amor, lastima que el jardín no vivió para contarlo, ni mi abuela, ni mi tía
para verlo, sin embargo, esos atardeceres jamás los olvidare… aunque hoy solo
sea un recuerdo…
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